Una no escoge

Una no escoge el país donde nace; pero ama el país donde ha nacido.

Una no escoge el tiempo para venir al mundo; pero debe dejar huella de su tiempo.

Nadie puede evadir su responsabilidad.

Nadie puede taparse los ojos, los oidos, enmudecer y cortarse las manos.

Todos tenemos un deber de amor que cumplir, una historia que nacer, una meta que alcanzar.

No escogimos el momento para venir al mundo: Ahora podemos hacer el mundo en que nacerá y crecerá la semilla que trajimos con nosotras.















viernes, 25 de junio de 2010

Perdimos a Saramago


Perdimos a Saramago. Un hombre tan “diabólico” por polémico para algunos, a partir de su visceral sinceridad y su vocación por los pobres, de su crítica no a la fe, sino a su institucionalización como poder. Un tipo formidable que rotó siempre las manecillas de su compromiso social hacia el Sur.
Cuenta una periodista cubana que le había entrevistado, allá en su casa de la comarca Tías, en Lanzarote, que la sorprendió el hecho de que todos los relojes de su casa estuviesen detenidos en las cuatro de la tarde. Y que, ante la razonable pregunta, él desnudó su pasión. Era la hora exacta en que se había dado cita, por primera vez, con Pilar, mujer que le acompañó en el último tramo de su existencia y a la cual calificó como “centro de mi vida”.
El hecho de que el Nobel de Literatura haya decidido que su cuerpo llegue (¿su “final morada”?) a su Portugal natal, venido precisamente desde Islas Canarias, habla de la necesidad humana de todos de retornar a la raíz. De manera que sus cenizas cumplirán con aquel viejo bolero donde reza: “Recuerda que desde el polvo hemos venido/ y hacia el polvo iremos a parar…”
Reza el parte médico que José Saramago falleció el viernes, a los 87 años, a causa de una leucemia. Lo creo, los glóbulos rojos de su sangre fueron quedando escondidos, tras la letra impresa, como provocación de pensamiento, como aguja que hurgaba siempre en “las venas abiertas de América Latina”, descubiertas por otro escritor, para transfundirnos las utopías y las esperanzas de un mundo posible superior al que yace grave ahora.
Si los millones de lectores que tenía en este continente hubieran podido ponerle sangre de su sangre, el cuerpo estuviera, a esta hora, todavía vivo, pero quizás el mito que es habría muerto, porque en la grandeza de los Misterios de Dios y esta pequeñez humana radica, precisamente, el primer átomo de eternidad, cuando hemos sido capaces, con nuestra actitud ética y nuestras acciones, de construir al menos una huella que ofrende al sacrificio de Jesús al subir al Gólgota.
Cuentan que al llegar el féretro al edificio de la municipalidad donde sería velado, arrancó un tsunami de aplausos y lágrimas, mientras dos carteles gigantescos, desde su fachada, lo decían todo con una simple frase: “Gracias, Saramago”, en medio de una sensación de orfandad por la ausencia no solo de un gran literato que supo hacernos mirar en derredor con ojos propios, sino por un paradigmático ser humano ético y agudo crítico del tiempo histórico, que nunca detuvo sus reflexiones como hizo con los relojes de su casa, porque, en este caso, se trataba de un amor que debía reinventarse constantemente.
Considerada América Latina como Templo de Dios, no dudó en tomar el látigo de su palabra para expulsar, desde esa rica geografía, a los mercaderes de la prostitución del poder y las jerarquías, de una cultura consumista que pretendía sepultar los verdaderos intereses de los pueblos.
Su proverbial reflexión fue siempre implacable saeta contra todo tipo de dominación que fuera en contra de la condición humana, viviendo la agonía de navegar entre sus amorosos seguidores (los más) y sus enconados detractores que vivían siempre (¿por pura casualidad?) en los barrios altos y en las “casitas” que detallara, en una de sus memorables canciones de finísima ironía, el cantautor chileno y mártir Víctor Jara.
Enemigo de actitudes ambiguas o complacientes, Saramago fue una especie de Quijote “desfaciendo” entuertos de una letal cultura de la resignación, frente a la invisible bomba atómica de nuestro tiempo: la globalización capitalista, viniera esta de las grandes estructuras de gobierno o fabricada desde los púlpitos y las iglesias.
Su “proverbial ateísmo”, como calificaron algunos su manera de expresarse fue, precisamente, su modo de ver la fe desde la perspectiva de una izquierda que nunca renuncia a las utopías de un orden mundial justo y de paz, de manera que, pienso yo, tendrá Dios que volver a colocar su balanza y medir los quilates de espíritu tan singular.
Pruebas para absolverlo de cualquier pecado sobran: Manual de pintura y caligrafía; Casi un objeto; Levantado del suelo; Memorial del convento; La balsa de piedra; Historia del cerco de Lisboa; El Evangelio según Jesucristo; Ensayo sobre la ceguera; La caverna; El hombre duplicado; Ensayo sobre la lucidez; Las intermitencias de la muerte y Caín.
Neruda, Benedetti, Vallejo, Juan Ramón Jiménez, Lorca y hasta el propio Cervantes deben estar esperándolo, desde esa otra desconocida geografía del “mundo prometido” por Dios, para hacerlo miembro de su Real Academia de la Lengua. Acá hasta Caín está de luto. Nos deja una llovizna en los ojos, a pesar de la sequía de los despiadados cambios climáticos y, a diferencia de los de su casa, los relojes de los sueños (¡gracias a Dios!) no se han detenido. Como mismo él dijera, “Nuestra única defensa contra la muerte es el amor.”

Texto de José Aurelio Paz para ALC Noticias

Recordamos algunas de sus infalibles textos:
En el fondo, todos tenemos necesidad de decir quiénes somos y qué es lo que estamos haciendo y la necesidad de dejar algo hecho, porque esta vida no es eterna y dejar cosas hechas puede ser una forma de eternidad.

Resulta mucho más fácil educar a los pueblos para la guerra que para la paz. Para educar en el espíritu bélico basta con apelar a los más bajos instintos. Educar para la paz implica enseñar a reconocer al otro, a escuchar sus argumentos, a entender sus limitaciones, a negociar con él, a llegar a acuerdos. Esa dificultad explica que los pacifistas nunca cuenten con la fuerza suficiente para ganar… las guerras

No hay comentarios: