Una no escoge

Una no escoge el país donde nace; pero ama el país donde ha nacido.

Una no escoge el tiempo para venir al mundo; pero debe dejar huella de su tiempo.

Nadie puede evadir su responsabilidad.

Nadie puede taparse los ojos, los oidos, enmudecer y cortarse las manos.

Todos tenemos un deber de amor que cumplir, una historia que nacer, una meta que alcanzar.

No escogimos el momento para venir al mundo: Ahora podemos hacer el mundo en que nacerá y crecerá la semilla que trajimos con nosotras.















miércoles, 5 de mayo de 2010

Violencia sexual: Arma de guerra


RMF 27 VIOLENCIA SEXUAL 15
por Katie Thomas- ACNUR

Las heridas físicas de la mayoría de las formas de combate son generalmente visibles, tratadas por los médicos de forma urgente y, finalmente, curadas. Por el contrario, si bien la violencia sexual puede causar un daño físico considerable y heridas internas graves, es mucho menos probable que se trate, en comparación con otros daños. Los manuales sobre intervención en situaciones de emergencia apenas mencionan la reconstrucción vaginal como una prioridad, pese a que ahora se reconozca ampliamente la violencia sexual como un método habitual de guerra. El manual de Médicos Sin Fronteras (MSF) de 1997 sobre respuesta de emergencia, por ejemplo, dedicaba tan sólo dos de sus 381 páginas a la violencia sexual.

Durante la guerra, no sólo se viola a mujeres maduras físicamente, sino también a niñas, cuyo cuerpo no se ha desarrollado aún y que, por consiguiente, pueden sufrir espantosas heridas internas. Además, en los países donde la mayoría de las mujeres y las niñas han sido sometidas a mutilación genital, la violencia sexual puede provocar desgarros profundos, tanto externos como internos. Tras la violencia relacionada con conflictos armados, se suele dejar que las mujeres y las niñas con dolor extremo y profundos desgarros internos se curen sin medicación ni intervención quirúrgica alguna.

Pueden sufrir fístulas vesicovaginales (desgarros), daño permanente en el útero y la vagina, además, pueden contraer el VIH u otras infecciones de transmisión sexual. Si dispone de acceso a asistencia médica, la mujer o la niña tendrá que describir y mostrar las heridas, lo que le causará aún más angustia.

Los efectos psicológicos de la violencia sexual también son distintos comparados con otras formas de violencia. Cuando la violencia es perpetrada por alguien más fuerte –por ejemplo, si el perpetrador tiene más fuerza física, está en una banda o va armado–, el trauma de la agresión se agrava por el hecho de sentirse indefensa.

Además, cuando la violencia es sexual, se invade el La violencia sexual tiene un profundo y duradero impacto físico, psicológico y social. Con frecuencia, las mujeres violadas sufren gran ansiedad y dolor. Es posible que les resulte difícil realizar tareas normales e interactuar con los demás. Las mujeres que han estado expuestas a la violencia sexual experimentan una gran angustia, pueden sufrir períodos de enfermedad mental y corren más riesgo de suicidio.
La mayoría de las sociedades culpan, marginan y castigan a las mujeres –en vez de a los hombres– por la violencia sexual.

Es muy posible que su familia repudie a la mujer o a la niña, o que la comunidad la expulse. La indiferencia de la familia, la comunidad, la nación y la comunidad internacional refuerza la desesperanza y la angustia de la persona. Las mujeres y las niñas que han sido objeto de la violencia sexual han aprendido que el mundo no es seguro para el sexo femenino. Mientras que se puede evitar a un enemigo étnico o nacional tras el conflicto armado, es imposible esquivar a todos los hombres.
Aun cuando una mujer o una niña pueda admitir de forma racional que los hombres de su comunidad no suponen una amenaza para ella, debe seguir haciendo frente al miedo y a sus recuerdos traumáticos cuando interactúa con ellos a diario. Este hecho puede tener un impacto significativo en su capacidad para tratar con los hombres de su comunidad.

Como sus heridas no son visibles externamente, las mujeres y las niñas que han sufrido violencia sexual reciben escasa empatía y comprensión ante la merma de sus capacidades para realizar los trabajos que les han sido socialmente asignados. Probablemente, no se hagan las mismas concesiones a las personas que sufren una incapacidad evidente derivada de la guerra, como puede ser la pérdida de un miembro, que a aquéllas que tienen heridas igual de graves infringidas por la violencia sexual.

Los hijos de las mujeres violadas presentan un mayor riesgo de desarrollar enfermedades mentales y de ser abandonados y desatendidos o de sufrir abusos. Cuando se emplea como un instrumento de guerra estratégico y sistemático –como en Ruanda, Sudán, Sierra Leona, Kosovo y otros muchos conflictos–, la violencia sexual puede llevar a la destrucción cultural. Mientras que la mayor parte de la violencia durante la guerra tiene como objetivo matar al enemigo, la violencia sexual se perpetra a menudo no sólo para causar heridas físicas y humillación, sino también para contribuir a la destrucción de la cultura contraria. El daño a la vida cultural y comunitaria originado por el empleo de la violencia sexual en la guerra puede perdurar durante generaciones.

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